martes, 6 de marzo de 2012

Grecia y el Dilema del Prisionero: ¿Cooperarán o no cooperarán?


El dilema del prisionero es un problema fundamental de la Teoría de Juegos desarrollado por Merrill Flood y Melvin Dresher, que  pone en cuestión el teórico funcionamiento del mercado perfecto de libre competencia, cuyo principal enunciado es que al buscar cada uno su mejor interés propio,  se alcanza el mejor resultado común. Pues bien, el dilema del prisionero demostraba, mediante este juego, que no: que dos individuos, buscando cada uno su mejor interés, conducía al peor resultado posible.  

El dilema del prisionero es muy recurrente en las ciencias sociales porque son muchas las situaciones en las que la realidad pone a sus agentes, bien sean individuos, naciones, instituciones, empresas o lo que sea, ante esa disyuntiva: buscar su mejor interés o cooperar. El último, y más dramático caso, es el canje de deuda de Grecia, pues en juego está el rescate de Grecia, y el riesgo de que se produzca otra crisis financiera monumental, peor que la de Lehman Brothers.

En este caso, los participantes son los acreedores privados, conformados por bancos, aseguradoras, fondos mutuos, hegde funds etc. Cada uno, si buscara su propio interés, intentará escapar al canje de bonos e intentar cobrar su nominal (posiblemente al vencimiento) o, en caso de que tenga seguros contra el riesgo de impago (los CDS) cobrarlo, para lo cual su incentivo es que se produzca un “evento crediticio”.

Escapar al canje de bonos es una jugada arriesgada, pero son muchos los que lo van a intentar. Y por eso posiblemente no ha habido pronunciamientos públicos de los bancos (salvo los del Consejo Directivo del Instituto Internacional de Finanzas) a favor del canje. Grecia ha establecido un piso mínimo del 75% de un nominal de 206,000 millones de euros (mde) de deuda en manos de los agentes privados para proceder con el canje. Por tanto, es claro que las entidades quieren pertenecer al restante 25%: ése que cobrará su bono sin quita en tanto el resto asume una pérdida en su nominal del 53.5%.

Incluso si Grecia buscara que al menos el 90% de los 206,000 mde fuera reestructurado, todavía hay un margen de 10% (20,600 mde) para estar en el grupo que se salve. Uno de los grupos que parece haberla librado son los tenedores de bonos Samurai griegos (bonos de deuda soberana griega denominados en yenes) quienes podrían quedar excluidos porque Grecia no dispone de tiempo para salvar los requerimientos legales de Japón. Esos bonos Samurai vencen en 2015 y 2016 y rondan los 1,000 mde.

Por el otro lado, están los acreedores que poseen CDSs. A estos les basta con que se produzca un “evento crediticio”. Para ellos, lo deseable es que Grecia, al no contar con una participación suficiente, tenga que hacer uso de las “cláusulas de acción colectiva” (CAC), de modo que la participación en el canje por parte de algunas entidades no sea “voluntaria”, sino “coercitiva”. Eso es suficiente para que Grecia salga adelante con su canje, salve el pescuezo y se evite una crisis financiera, pero que el ISDA lo declare como un “evento crediticio” y ellos cobren su CDS. Por tanto, quien posea CDS tiene incentivos a no participar para forzar a Grecia a usar sus CACs y que se declare un “evento crediticio”.

¿Supone eso un gran riesgo? No lo creemos. Por supuesto, existe un riesgo de contraparte, es decir, que el que tenga que pagar el seguro sea insolvente. Pero por lo que se ha dicho, el pago neto en CDS de deuda soberana griega es de 3,250 mdd, lo que parece un monto bastante manejable.

Ante esto, se pueden entrever tres posibles escenarios:

1.       Los que poseen CDS no entran al canje, pero sí el resto de acreedores privados en un monto lo suficientemente elevado como para que se proceda con el intercambio de deuda sin hacer usos de los CACs.  Esta sería la situación ideal para los mercados financieros, porque el canje se haría de la manera más suave y solidaria posible, y se evitarían tensiones en los mercados financieros.

2.       Los que poseen CDS no entran al canje, y el resto de acreedores privados participan en un número insuficiente para proceder con el canje sin hacer uso de los CACs. En este caso, el gobierno griego echaría mano de los CACs y forzaría a los acreedores que no participaron en el canje a participar. Se producirá un “evento crediticio” y los asegurados podrán ejecutar sus CDS. Pero si las contrapartes pueden pagar los 3,250 mdd, las tensiones deberían ser mínimas y (por ver el lado positivo) quedaría constancia de que los CDS sirven para algo y no es papel mojado.

3.       El más desastroso sería que los que poseen CDS no entren al canje, y con los restantes acreedores privados no se alcance siquiera el 75%. En este caso, todos perderían: se produciría una reestructura desordenada de la deuda con condiciones peores a las actuales y además los que posean CDS no cobrarían. Perderían todos.


Es claro que el interés de todos es cooperar: pero la teoría de juegos, y la propia realidad, nos ha enseñado que aunque cooperar vaya en el interés de todos, pueden no hacerlo. Es inquietante, claro, que a falta de dos días se sepa poco sobre quién va a participar en el canje y quién no. Pero la estrategia, posiblemente, es no decirlo para, ante la incertidumbre de si se alcanzará el 90% o no, todos acudan al canje y se alcance una participación casi universal (como decíamos, si se supiera de antemano que ya hay un 90% comprometido, el restante 10% no entraría al canje). Ahora bien, siempre existe el riesgo de que algún listo se aproveche de la cooperación de los demás para sacar él su mejor tajada: la cuestión es que no ronden por ahí demasiados listillos.    

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